Presentación del Diccionario de Ciencia Politica.

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lunes, 9 de mayo de 2011

EL PERONISMO


PERONISMO

1. MOVIMIENTO Y PARTIDO
  
Preparada por el General Peron a través del C.O.U. y la secretaria de trabajo y previsión, la revolución nacional justicialista estallo, el 17 de octubre de 1945, gracias a la actuación preponderante de los gremios. Su fuerza descanso, pues, desde el primer momento, en un movimiento, todavía parcial.
   Obligada por la presión internacional entonces vigente, el Gral. Perón se vio obligado a legalizar su poder mediante elecciones. Para ello, fundó el Partido Unico de la Revolucion Nacional en el cual se aglutinaron, por convicción ideológica y por oportunismo, fuerzas dispares que iban desde el anarquismo hasta el nacionalismo, pasando por sectores del radicalismo y del conservadorismo. Soló la autoridad del Conductor le daba una consistencia, a menudo superficial.

   Una vez en el poder, el Gral perón emprendió la organización movimientista del país. Se trataba de establecer una representatividad popular que no se fundara en opiniones individuales, sino en conocimientos sectoriales nacidos de actividades tangibles y productivas. Así surgierón la C.G.T., la C.G.E., la C.G.P., y la C.G.U. Estas fuerzas reales estaban destinadas a expresar la comunidad organizada.
   Paralelamente, el Gral Perón mantuvo el Partido –ya Partido Peronista- como instrumento electoral, utilizándolo también como órgano de control de las administraciones pública. En este campo, se cometió el grave error de la afiliación obligatoria, que hizo que el Partido se llenara de indiferentes y de adversarios, que lo hicierón inoperante.

    Ni el movimiento ni, mucho menos, el Partido llegaron a la unicidad doctrinaria: su funcionamiento siempre dependió exclusivamente de la decisión de su Conductor. El Gral. decidía y el pueblo aplaudía. Los jefes de sectores y grupos soló tenían autoridad por delegación. Los nombramientos siempre venían de arriba. El verticalismo era absoluto.

    La incoherencia profunda del Partido no disgustaba al Gral: por su formación militar consideraba necesario disponer de una ala derecha, un centro y un ala izquirda, que pudiese mover uno u otra, según las circunstancias. Este sentido de la táctica necesaria no le impedía, por cierto, tener conciencia de la heterogeneidad del Partido y del peligro potencial que representaba. Por ello, desde el primer momento, repartió las bancas de la Cámara de Diputados entre la Rama Politica, inquietante, la rama femenina, inconsistente, y la Rama Gremial y movimientista y, por lo tanto, orgánica y segura. Como segunda etapa, preveía, para la Cámara y las legislaturas provinciales, una representación mixta: una mitad de los diputados elegida por sufragio universal, la otra designada por las Confederaciones del Movimiento Nacional. A titulo de ensayo, este sistema se concretó en las constituciones de la Pampa y el Chaco, las que no entrarón en vigencia por el golpe de 1955.

    Alejado el Gral. Perón, disueltos el Partido, la C.G.E., la C.G.P. y la C.G.U., intervenida la C.G.T., el Movimiento y el Partido fuerón perdiendo la poca organicidad que tenía. Sus diversas tendencias internas reaparecieron con mayor vigencia. Soló lo gremios supieron mantener, a dura pena, sus estructuras e, inclusive luchar cuando las circunstancias lo permitían.

    La desintegración del Movimiento y el Partido permitieron, además, la infiltración de grupos marxistas bien organizados que trataron de instrumentar la masa peronista desorientada. El Gral. Utilizó a esos grupos para desestabilizar el gobierno militar. Por otro lado, y por razones electoralistas, debilito el partido, legalizado pero no organizado, mediante una alianza con fuerzas heterogéneas y muy poco representativas. 

Consecuencia: el Gral. Perón se encontró, en 1973, después de una victoria electoral “de reacción”,  con un gobierno y una administración copados por elementos infiltrados y con una representación parlamentaria incoherente. Y se murió.

    La Sra. De Perón heredó entonces, sin las condiciones ni la preparación que hubieran sido necesarias, una situación caótica: por un lado, la guerrilla; por otro, la anarquía interna del Partido. Volvieron los militares. Sabemos lo que hicierón antes de levantar los brazos.

2. LA SITUACION PRESENTE

    Las elecciones de octubre de 1983 se perdieron, a nivel nacional, por culpa de una improvisación inevitable después de ocho años de veda politi8ca y de la falta de una conducción que la supliese por lo menos en alguna medida. La interna, inconcebible para la masa peronista, hizo surgir una multiplicidad de candidaturas debidas, las unas a la ambición personal, los otros a intereses muy concretos, movilizado por una victoria que parecía probable. Quien tenía suficiente dinero como para alquilar un local abría una unidad básica; quien disponía de los apoyos necesarios para imprimir carteles se ofrecía para cualquier cargo y, a veces, para cargos sucesivos. Nadie podría explicar lógicamente como se llego a proclamar la fórmula presidencial.

    La campaña electoral empezó con atraso en razón de la interna y, con la situación financiera en la cual se encontraban los gremios, se desarrolló con medios insuficientes. Más grave aún: se llevó a cabo sin la mayor preparación, recurriéndose a recursos funerarios, sin reafirmación doctrinaria y con una tonalidad femenil. Careció por completo de acentos revolucionarios, sustituyéndolos por llamados a la paz, la unión, el pluralismo, etc., vale decir,  por las banderas ideológicas del adversario pequeño-burgués. No supo lanzar ni un diario legible y, en las revistas que se proclamaban peronistas, se difundían ideas que no eran las nuestras.
    Hoy, frente a un adversario en el poder, que aparenta ser revolucionario y que empieza a gastar sus energías en el atropello a los gremios, la única fuerza que teme, el Partido se muestra más incoherente que nunca, con bloques parlamentarios divididos y gobernadores de tendencias y conductas encontradas.

3. LA SOLUCIÓN

    Para salir del pantano que nos encontramos, es preciso defender lo que queda del Movimiento, vale decir de la C.G.T. y reestructurar el Partido como un órgaqno electoral. El instrumento adecuado es el consejo superior del Movimiento Nacional Justicialista, compuesto por personalidades intachables y de correcta ubicación doctrinaria, de tal modo que sustituya, en la medida de lo posible el liderazgo del Gral. Perón. A partir de este consejo, o Senado del Movimiento, se designarían, desde arriba, las autoridades de distintos niveles, cuya elección por bases desintegradas e infiltradas no puede dar sino resultados negativos.
   Este consejo tendría a sus ordenes tres estructuras especializadas:

    3.1. la escuela Superior de Conducción política, para la difusión de la autentica doctrina nacional justicialista, tal como fue definida por el Gral. Perón.

    3.2. Un organismo de propaganda que, basado en encuestas periódicas de opinión
            pública, y que estableciera planes de acción psicológica y los pusiera en ejecución mediante el empleo de la s técnicas adecuadas, muchas de las cuales no requieren medios financieros importantes.

3.3.    Un servicio de inteligencia política que permitiera saber quien es quien, dentro y fuera del Movimiento, y conocer los planes del adversario.

4.          TEMAS ACTUALES

     El organismo de propaganda tendría una doble función:
         4.1. Proyectar nuestra doctrina en las masa peronistas, mediante su condensación y          Simplificación en slogans de fácil aceptación y repetición, insistiendo en el Carácter revolucionario nacional del Movimiento.

         4.2. Proyectar indirectamente nuestra doctrina en la parte no adicta de la Población, de tal modo que encuentre en ella el reflejo de sus anhelos.

         4.3. Para ello, habrá que elegir temas diferenciales. Por ejemplo:  
                           
                4.3.1. Hegemonía subcontinental argentina: nuestro pueblo no es ni siente Latinoamericano, por más simpatía y reconocimiento que tenga por los Países
 hermanos que nos apoyaron en la guerra de las Malvinas, Pero sí, considera lógico el liderazgo que tuvimos, en el subcontinente, durante los dos primeros gobiernos del Gral. Perón.

Comentario: Este es un apunte sobre el peronismo para un curso en la Escuela Superior de Conducción Política de Movimiento Peronista, de la cual, mi padre era el secretario General, y el General Perón fue decano a pedido de el mismo. Lo considero, dadas las circunstancias, un documento actual, que clarifica en síntesis, la problemática del peronismo actual. Tena mis dudas respecto a la publicación de las soluciones, pero hemos decidido publicar el apunte completo

Xavier Maria de Mahieu
Marcela Baez Mansilla de de mahieu
    

Naturaleza y cultura

Naturaleza y cultura

   Los animales tienen una vida psíquica encerrada en un abanico de posibilidades sumamente estrecho. Sus instintos, instrumentados a través del paleocortex, lo llevan a siempre repetir, generación tras generación, los mismos gestos y las mismas obras, con un margen ínfimo de variación adaptativa. El hombre, por el contrario, mereced a su neocortex, es capaz de innovar en este campo y de crear, en su mente y en la materia, formas nuevas. Son estas formas la que, memorizada y transmitida, constituye la cultura, o sea un patrimonio de que los individuos disponen en función de su capacidad de asimilación. De ahí resulta, como muy bien dijo a la Alain de Venoist, que toda oposición conceptual entre naturaleza y cultura carezca de sentido: la cultura forma parte de la naturaleza del hombre, y solo de él.
   Si bien el patrimonio cultural está disponible para todos, no todos están en condiciones de asimilarlo en la misma proporción, ni menos de acrecentarlo mediante la creación de formas nuevas. Entre los hombres, la desigualdad está mucho mas marcada que entre los animales de cualquier especie. Digamos, retomando la clasificación cualitativa de Otto Ammon y de Georges Vacher de La Pouge, que la capacidad de creación, nula entre los brutos, es ínfima en los asimiladores que  constituyen la masa de cualquier sociedad y reducida en los realizadores que sólo pueden desarrollar y concretar ideas ajenas, mientras que se manifiesta normalmente en los iniciadores para alcanzar su grado máximo en los genios que, cuando los hay, forman parte de estos últimos. En este campo como en todos los demás, el individuo se ubica y evoluciona en el seno de su medio físico y social por actualización de su potencial genético: está determinado por sus genes y condicionado por el ambiente. No está hecho de la asociación de un animal y un ángel: su cuerpo y su alma no son sino dos aspectos de una misma realidad unitaria. La capacidad cultural no se le agrega desde afuera, pues, sino que pertenece a su código genético.
   Lo que es cierto, a este respecto, para los individuos no lo es menos para los conjuntos de individuos que poseen en común, en cierta medida, cuantitativa y cualitativa, cierto número de caracteres somáticos y psíquicos que se transmiten por herencia biológica, vale decir para la raza, los pueblos y los linajes. Por ello lo esencial del patrimonio cultural de la humanidad se debe a muy pocos pueblos: a los que han tenido en su seno, de modo constante, a una minoría apreciable de creadores, con una masa receptiva de buen nivel. Los demás se limitan a imitar, en una medida variable, las formas creadas por los primeros o, como las especies animales, a siempre repetir, con ínfimas variaciones, los mismos gestos y las mismas obras. Razas, pueblos y linajes son, por lo tanto, desiguales, no solo desde el punto de vista parciales, vale decir según criterios más o menos arbitrariamente elegidos, sino también en valor absoluto, esto es en capacidad de creación.
   Cada conjunto histórico crea, pues, su propia cultura según su naturaleza, vale decir según su potencial genético. De ahí que las razas, los pueblos y los linajes sean, no solo desiguales, sino también diferentes y que valgan precisamente por una diferencia que implica una desigualdad. Cualquier sea su nivel, toda cultura es respetable, puesto que expresa a un conjunto humano tal como ha sabido y sabe afirmarse en su medio. El jusnaturalismo igualitario, que procura reducir los pueblos, como los individuos, a un esquema racional, uniformemente aplicable a todos, contradice el auténtico derecho natural a la identidad cultural, o sea a la diferencia. No existen ideas platónicas desencarnadas que tengan un valor universal,  pero sí formas dinámicas hereditarias que se actualizan en diversos niveles. Claro que todos los seres humanos tienen la misma conformación anatómica y fisiológica. Pero su capacidad física y psíquica de utilizar sus distintos órganos varía, de uno a otro, cuantitativa y cualitativamente. Para igualarlos,  hay que reducirlos a su mínimo común. Así se eliminan las diferencias. Lo cual significa, desde el punto de vista cultural, no elevar a los hotentotes* al nivel de los europeos, lo cual es imposible en razón de las características cerebrales de los primeros, sin rebajar a los europeos al de los menos creadores de los africanos.
   Imponer a un pueblo, cualesquiera sea los medios empleados, una cultura que le sea extraña constituye un etnocidio. Desde la Revolución Francesa a la segunda guerra mundial, el igualitarismo trato vanamente de trasladar a los pueblos de color el patrimonio cultural europeo. Por la esclavitud en América y por ciertas formas de colonialismo en el África y el Asia, intento difundir entre los negros y los amarillos los idiomas, las religiones y las normas de educación de los blancos. Lo consiguió en cierta medida, y el resultado no es muy brillante. Pues se destruyeron o abastardizarón así culturas auténticas que respondían a la naturaleza de sus creadores, para reemplazarlas por formas extrañas que, en el mejor de los casos, no eran sino imitaciones superficiales. Europeizadas, las élites locales renegaron de sus raíces y sus integrantes se convirtieron en meros imitadores, en “animales de circo”. En su estructura tribal, el negro es autentico y respetable. Pero, para blanco no sirve…
   Desde 1945, el proceso se ha invertido. Siéndole imposible convertir a los negros y los amarillos en blancos, el igualitarismo está empeñado en introducir en la cultura europea elementos extraños que provienen del patrimonio de los africanos o de los asiáticos, tal como han quedado después de 150 años o más de desvirtuación. Esto va desde los esfuerzos de lévi-Strauss para reducir las estructuras de los pueblos europeos a las de tribus caníbales hasta la “música” rock y el orientalismo de pacotilla. Mientras las élites africanas y asiáticas tratan de imitar superficialmente a los europeos, éstos se dejan impregnar de culturas ajenas desprendidas del contexto en el cual tenían sentido y, además, atrozmente deformadas. Mediante este doble proceso, las diferencias que hacían el valor de unos y otros se van atenuando, pero, en ambos casos, en un nivel inferior. Aún dentro del mundo blanco, la paulatina substitución de los venerables idiomas que se fraguaron a lo largo de milenios según el sentir de cada pueblo por este pidgin franco sajón que es el ingles tiende, no a una unificación de Europa que solo se puede realizar valederamente en la afirmación de diferencias complementarias, sino al nivelamiento de una subcultura apátrida.
   Toda teoría que disocia la cultura, como si fuera el producto de universales desencarnados, de las características genéticas de la raza y el pueblo ayuda, cualesquiera sean las intenciones de sus defensores, a legitimar indebidamente el etnocidio. El culturalismo se hace así el instrumento del igualitarismo nivelador.
  
 Jaime Maria de Mahieu 1970 



JUSNATURALISMO
  1. Jusnaturalismo en general.- Con el término «jusnaturalismo" se designa unánimemente aquella filosofía y orientación del pensamiento que afirman en general la existencia del derecho natural: por derecho natural, a su vez, se entiende una ley de naturaleza reguladora de las acciones humanas, un ius naturae que se erige para siempre como principio de regulación de un orden jurídico racionalmente constituido y como modelo apriorístico de los ordenamientos positivo-históricos, cuya juridicidad tiene que cualificarse y valorarse por su correspondencia con dicho  

Naturaleza y cultura

Naturaleza y cultura

   Los animales tienen una vida psíquica encerrada en un abanico de posibilidades sumamente estrecho. Sus instintos, instrumentados a través del paleocortex, lo llevan a siempre repetir, generación tras generación, los mismos gestos y las mismas obras, con un margen ínfimo de variación adaptativa. El hombre, por el contrario, mereced a su neocortex, es capaz de innovar en este campo y de crear, en su mente y en la materia, formas nuevas. Son estas formas la que, memorizada y transmitida, constituye la cultura, o sea un patrimonio de que los individuos disponen en función de su capacidad de asimilación. De ahí resulta, como muy bien dijo a la Alain de Venoist, que toda oposición conceptual entre naturaleza y cultura carezca de sentido: la cultura forma parte de la naturaleza del hombre, y solo de él.
   Si bien el patrimonio cultural está disponible para todos, no todos están en condiciones de asimilarlo en la misma proporción, ni menos de acrecentarlo mediante la creación de formas nuevas. Entre los hombres, la desigualdad está mucho mas marcada que entre los animales de cualquier especie. Digamos, retomando la clasificación cualitativa de Otto Ammon y de Georges Vacher de La Pouge, que la capacidad de creación, nula entre los brutos, es ínfima en los asimiladores que  constituyen la masa de cualquier sociedad y reducida en los realizadores que sólo pueden desarrollar y concretar ideas ajenas, mientras que se manifiesta normalmente en los iniciadores para alcanzar su grado máximo en los genios que, cuando los hay, forman parte de estos últimos. En este campo como en todos los demás, el individuo se ubica y evoluciona en el seno de su medio físico y social por actualización de su potencial genético: está determinado por sus genes y condicionado por el ambiente. No está hecho de la asociación de un animal y un ángel: su cuerpo y su alma no son sino dos aspectos de una misma realidad unitaria. La capacidad cultural no se le agrega desde afuera, pues, sino que pertenece a su código genético.
   Lo que es cierto, a este respecto, para los individuos no lo es menos para los conjuntos de individuos que poseen en común, en cierta medida, cuantitativa y cualitativa, cierto número de caracteres somáticos y psíquicos que se transmiten por herencia biológica, vale decir para la raza, los pueblos y los linajes. Por ello lo esencial del patrimonio cultural de la humanidad se debe a muy pocos pueblos: a los que han tenido en su seno, de modo constante, a una minoría apreciable de creadores, con una masa receptiva de buen nivel. Los demás se limitan a imitar, en una medida variable, las formas creadas por los primeros o, como las especies animales, a siempre repetir, con ínfimas variaciones, los mismos gestos y las mismas obras. Razas, pueblos y linajes son, por lo tanto, desiguales, no solo desde el punto de vista parciales, vale decir según criterios más o menos arbitrariamente elegidos, sino también en valor absoluto, esto es en capacidad de creación.
   Cada conjunto histórico crea, pues, su propia cultura según su naturaleza, vale decir según su potencial genético. De ahí que las razas, los pueblos y los linajes sean, no solo desiguales, sino también diferentes y que valgan precisamente por una diferencia que implica una desigualdad. Cualquier sea su nivel, toda cultura es respetable, puesto que expresa a un conjunto humano tal como ha sabido y sabe afirmarse en su medio. El jusnaturalismo igualitario, que procura reducir los pueblos, como los individuos, a un esquema racional, uniformemente aplicable a todos, contradice el auténtico derecho natural a la identidad cultural, o sea a la diferencia. No existen ideas platónicas desencarnadas que tengan un valor universal,  pero sí formas dinámicas hereditarias que se actualizan en diversos niveles. Claro que todos los seres humanos tienen la misma conformación anatómica y fisiológica. Pero su capacidad física y psíquica de utilizar sus distintos órganos varía, de uno a otro, cuantitativa y cualitativamente. Para igualarlos,  hay que reducirlos a su mínimo común. Así se eliminan las diferencias. Lo cual significa, desde el punto de vista cultural, no elevar a los hotentotes* al nivel de los europeos, lo cual es imposible en razón de las características cerebrales de los primeros, sin rebajar a los europeos al de los menos creadores de los africanos.
   Imponer a un pueblo, cualesquiera sea los medios empleados, una cultura que le sea extraña constituye un etnocidio. Desde la Revolución Francesa a la segunda guerra mundial, el igualitarismo trato vanamente de trasladar a los pueblos de color el patrimonio cultural europeo. Por la esclavitud en América y por ciertas formas de colonialismo en el África y el Asia, intento difundir entre los negros y los amarillos los idiomas, las religiones y las normas de educación de los blancos. Lo consiguió en cierta medida, y el resultado no es muy brillante. Pues se destruyeron o abastardizarón así culturas auténticas que respondían a la naturaleza de sus creadores, para reemplazarlas por formas extrañas que, en el mejor de los casos, no eran sino imitaciones superficiales. Europeizadas, las élites locales renegaron de sus raíces y sus integrantes se convirtieron en meros imitadores, en “animales de circo”. En su estructura tribal, el negro es autentico y respetable. Pero, para blanco no sirve…
   Desde 1945, el proceso se ha invertido. Siéndole imposible convertir a los negros y los amarillos en blancos, el igualitarismo está empeñado en introducir en la cultura europea elementos extraños que provienen del patrimonio de los africanos o de los asiáticos, tal como han quedado después de 150 años o más de desvirtuación. Esto va desde los esfuerzos de lévi-Strauss para reducir las estructuras de los pueblos europeos a las de tribus caníbales hasta la “música” rock y el orientalismo de pacotilla. Mientras las élites africanas y asiáticas tratan de imitar superficialmente a los europeos, éstos se dejan impregnar de culturas ajenas desprendidas del contexto en el cual tenían sentido y, además, atrozmente deformadas. Mediante este doble proceso, las diferencias que hacían el valor de unos y otros se van atenuando, pero, en ambos casos, en un nivel inferior. Aún dentro del mundo blanco, la paulatina substitución de los venerables idiomas que se fraguaron a lo largo de milenios según el sentir de cada pueblo por este pidgin franco sajón que es el ingles tiende, no a una unificación de Europa que solo se puede realizar valederamente en la afirmación de diferencias complementarias, sino al nivelamiento de una subcultura apátrida.
   Toda teoría que disocia la cultura, como si fuera el producto de universales desencarnados, de las características genéticas de la raza y el pueblo ayuda, cualesquiera sean las intenciones de sus defensores, a legitimar indebidamente el etnocidio. El culturalismo se hace así el instrumento del igualitarismo nivelador.
  
 Jaime Maria de Mahieu 1970 



JUSNATURALISMO
  1. Jusnaturalismo en general.- Con el término «jusnaturalismo" se designa unánimemente aquella filosofía y orientación del pensamiento que afirman en general la existencia del derecho natural: por derecho natural, a su vez, se entiende una ley de naturaleza reguladora de las acciones humanas, un ius naturae que se erige para siempre como principio de regulación de un orden jurídico racionalmente constituido y como modelo apriorístico de los ordenamientos positivo-históricos, cuya juridicidad tiene que cualificarse y valorarse por su correspondencia con dicho